lunes, 22 de enero de 2007

CLaUdIa II

No sabría ordenar los recuerdos que tengo de mi infancia, aparecen en mi mente y se desvanecen sin saber si era un verdadero recuerdo o lo que imagino al ver las fotos de mi niñez.
Lo que sí recuerdo eran aquellos años preparándonos para la comunión, todos los domingos Claudia y yo íbamos a la iglesia. Creo que nunca escuché lo que el párroco estaba explicando, pasaba el rato pensando si mi profesora de catequesis ya me habría visto y en las golosinas que nos compraríamos al finalizar la charla.
Siempre creí que era una tontería ir a la iglesia, que Dios sabía que Claudia y yo eramos niñas buenas, ¿para que teníamos que pasar allí los domingos?
Pero cuando ya podíamos levantarnos y marchar era genial, porque bajábamos corriendo desde la iglesia, que estaba encima de una pequeña montañita, hasta llegar a la tienda de chucherías.
Siempre íbamos a la misma, porque era la que estaba más cerca, aunque mi padre siempre refumfuñaba, porque era una tienda muy sucia y no quería que comprásemos allí.
Por fin con nueve años hicimos la comunión, y dejamos de ir los domingos a la iglesia.
Estaba muy nerviosa porque nunca antes había bebido vino, cual fue mi sorpresa al levantar la copa y no hubiese ni una gota, la gente no pudo contener la risa al ver que por segunda vez alcé la copa. Claudia me tiró del vestido y comprendí que el segundo niño de la fila ese día iría contentillo al convite que sus padres habían preparado.

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